Entonces es martes, seguro, por lógica. Hoy llegas más tarde a casa porque vienes en tren. Oigo cómo abres la puerta y salgo de mi despacho a recibirte. Tienes el pelo desordenado, las mejillas arreboladas y arrastras los pies. Tus ojos brillan, pero al veme se apagan. Efectivamente, como cada martes.
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