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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Desigualdad


Llovía y las gotas resbalaban por los cristales de la ventana del salón mientas ellos discutían dentro. La batalla estaba en su punto álgido. Sara atacaba con todo el armamento de que disponía. De pie, con los ojos encendidos y señalándole con su dedo índice, lanzaba andanada tras andanada sin reparar en el daño que pudiera causar. Javier sí, porque aunque se defendía con ardor, sólo empleaba munición de corto alcance para evitar males mayores. También estaba de pie, y sus manos, cuyos nudillos estaban blancos, aferraban el respaldo de la silla que tenía enfrente.
Cuando Sara agotó toda su munición, dio un portazo y se fue antes de que él pudiera replicar.
Los estragos en el ánimo de Javier fueron tremendos, porque además de los destrozos causados por los proyectiles de ella, una explosión hizo que estallara su propio depósito de municiones sin lanzar.
Después de tres días sin dirigirse la palabra, Sara se plantó delante de él con una media sonrisa.
-        ¿Hasta cuándo vas a estar así, sin hablar?
-        No lo sé.
-        Es que no entiendo por qué te dura tanto el enfado tras una discusión.
Siguió un silencio. Después, ella hizo un mohín e intentó darle un beso en la mejilla.

martes, 6 de noviembre de 2012

La taberna del callao

Javier Merchante, en su blog “La taberna del callao”, ha publicado el 3 de noviembre el audio de un microrrelato que le envié con el título de “Interpretación”.
El resultado ha sido magnífico. La ambientación y creatividad que consiguen Javier y su equipo en la dramatización del texto es impresionante.
Le agradezco mucho a Javier que eligiera mi texto para realizar esta representación auditiva.
A continuación pongo el enlace para poder escucharlo.


Gracias, otra vez, Javier.



http://latabernadelcallao.blogspot.com.es/2012/11/interpretacion.html

jueves, 10 de mayo de 2012

Harto


Ese maravilloso viaje que le habían prometido por sus buenas notas, ya no podría ser. Lo había tenido tan cerca después de tantas promesas. Pablo se mordía la mano para no llorar.
Su papá estaba sentado en una silla con la cabeza entre las manos. Su mamá le abrazaba mojándole con sus lágrimas. Esa mañana habían enterrado a su hermano pequeño en una cajita blanca.
¡Cómo odiaba al enano ese! Al nacer le robó a sus padres y al morirse, le quitó su viaje.


jueves, 3 de mayo de 2012

Pensamientos paralelos.




Julio estuvo mirando por la ventana hasta que dobló la esquina el taxi que llevaba a Concha al aeropuerto. Hacía mucho tiempo que ella quería irse a Australia a pasar seis meses con su hijo que vive allí desde hace diez años. Ese “bala perdida” bohemio, al que nunca le ha gustado trabajar. Por su culpa tuvieron que cerrar la tienda que tenían en el pueblo, porque "el señorito" no quería seguir con el negocio familiar. Decía que tenía otras ideas para su vida. Un día se fue dando un portazo y no lo había vuelto a ver. Tampoco lo echaba de menos. Su mujer, sí. Parecía un alma en pena desde entonces. Trataba de disimularlo con los demás, pero a él le lanzaba constantes miradas de reproche. Le consideraba culpable  de que su hijo se hubiese ido.
           

- Adiós hija
- Adiós mamá, cuídate.
La voz de Elisa sonó entrecortada por la emoción. Vio cómo su madre desaparecía por el túnel que conducía al avión. A ella le pareció que corría apresurada. "Claro iba a ver a su “querido hijito del alma”
¡Qué contrasentido! Ella había estado toda su vida tratando de ganarse el cariño de su madre, desviviéndose por agradarla, por conseguir de ella mimos y carantoñas cuando era niña; y complicidad y confianza, ya de adulta. Pero nunca lo había conseguido, y esa frustración había marcado toda su vida. Todo fue para su hermano sin ningún esfuerzo por su parte. Luego, se fue a Australia a buscar su destino, como él decía. Y ahora, a su madre, le faltaba tiempo para ir tras él.


- Adiós abuela.
  Pablo se despidió de Concha con un abrazo fuerte y dos besos junto a la entrada del “finger” que daba acceso al avión.
Él no conocía el sitio al que iba, se llamaba Australia o algo así; y le habían dicho que     estaba lejísimos, mucho más que “Disney Land”. Pues entonces sí que estaba lejos.
Había visto una lágrima en su ojos al despedirse de su madre; y le extrañó, porque antes parecía muy contenta.
Quería mucho a su abuela, jugaba con él, todas las noches le contaba un cuento, y algunas veces, historias divertidas de cuando vivían en el pueblo y tenían la tienda. Ahora ya no tendría cuento antes de irse a dormir. Todos estaban tan ocupados. El abuelo sí tenía tiempo, pero no quería. Todo el día estaba serio y callado. Y desde que la abuela dijo que se iba de viaje, todavía parecía más enfadado.


Concha caminaba  por el pasillo cubierto que llevaba al avión. En sus ojos brillaba una luz de alegría, aunque bañada por una lágrima. Estaba triste por separarse durante seis meses de su nieto. Pero a ella lo que más le importaba en esos momentos era encontrarse de nuevo con su hijo. 


En el panel del aeropuerto, acababan de anunciar que el vuelo en el que venía su madre llegaría a Sydney en media hora.
Estaba contento de verla de nuevo después de diez años. Venía a pasar seis meses con él, aunque ella había dejado abierta la posibilidad de quedarse mucho más tiempo.
Esto trastocaría sus planes y su ritmo de vida; por eso esperaba que no prorrogara su estancia. No estaba dispuesto a renunciar a sus fiestas más allá de lo estrictamente necesario.
Tras una hora de espera, como siempre nunca se cumplía el horario previsto, vio aparecer a su madre. Empujaba el carro del equipaje, y al verle se quedó parada en seco. Abandonó el carro, y corrió a arrojarse en sus brazos, bañada en un mar de lágrimas.
¡ Hijo mío, mi niño querido ¡
¡ Cuánto me alegro de verte mamá! Te quiero.




lunes, 30 de abril de 2012

CAMBIO DE PLANES


La bala, en la sien. Es la mejor forma de suicidarse. El hombre me lo dijo con desdén, mientras se guardaba en el bolsillo de la chaqueta el dinero que acababa de pagarle por el arma. Me entregó la pistola al tiempo que soplaba el humo de su cigarro en mi cara. Sonrió despectivamente, se giró y empezó a alejarse.
El disparo retumbó en el callejón. La sangre manaba del agujero en la nuca del hombre tendido boca abajo. Me acerqué, y en cuclillas le susurré entre dientes: "No me gusta que me echen el humo en la cara".



Con este micro participé en el primer concurso "En 99 palabras" y quedó en decimocuarto lugar.
Muchas gracias a Miguel Molina por organizar esta brillante iniciativa.

martes, 20 de marzo de 2012

III Premio de Nanorrelato

Presenté este microrrelato al III Premio de nanorrelato del Taller de Escritores ( Diez palabras como máximo, incluido el título). No tuve éxito, pero hay que seguir intentándolo.


Consciencia.

Despertó bañado en sudor, pero continuó cayendo al vacío.

martes, 13 de marzo de 2012

¿Final feliz?

Anoche soñé que me dejabas por un chico más joven que tú y, por supuesto, mucho más que yo. La escena, bajo esa neblina con la que se recuerdan los sueños en la vigilia. Creo que me dijiste que te ibas con él porque te hacía sentir viva, o algo por el estilo. Me besaste en la mejilla y saliste de la habitación.
Durante un tiempo no salí de casa, derrumbado en un sillón y sin comer apenas. Después me fui sintiendo mejor. Un día te presentaste delante de mí. Llorabas, me pedías perdón. El jovenzuelo te había abandonado y querías volver conmigo.
No sé cómo termina el sueño, porque me despertó el sonido de mis propias carcajadas.

viernes, 24 de febrero de 2012

En el salón


En el salón de una casa de pueblo. Por la ventana entra la claridad de un día soleado de primavera. En un sillón, junto a ella, está un hombre de unos cuarenta y cinco años leyendo el periódico.
Su hijo, un chico de quince años, entra en el salón.

HIJO: Hola papá.

PADRE: (Sin levantar la vista del periódico) Hola.

HIJO: (De pie, nervioso, retorciéndose las manos) Quería pedirte algo.

PADRE: (Continúa leyendo el periódico) Qué.

HIJO: ¿Me das permiso para ponerme un piercing en la nariz?

PADRE: (Deja el periódico y mira a su hijo con el ceño fruncido) ¿Cómo?

HIJO: Si, mira, es facilísimo. Sólo, un pinchacito y ya está. Además…

PADRE: (Interrumpiéndole) Pero ¿qué dices? Por supuesto que no te doy permiso.

HIJO: ¿Por qué no?

PADRE: Porque es muy peligroso.

HIJO: No es peligroso. Además, todos mis amigos tienen uno.

PADRE: A mí no me importa lo que hagan tus amigos. A mí me importas tú, que eres mi hijo.

HIJO: (En tono de súplica) Pero papá ¡Por favor!

PADRE: He dicho que no, y basta.

HIJO: (Desafiante) Me lo pondré, quieras o no quieras.

PADRE: Que te crees tú eso.

HIJO: Me gustaría que vinieras conmigo a un sitio donde los ponen. Allí te informan. Es seguro y te ofrecen todas las garantías del mundo. Verás cómo te convencen.

PADRE: (Levantando la voz) Que te he dicho que no, y ya está. Pero ¿cómo tengo que decírtelo? ¿en qué idioma hablo?
                        
HIJO: (Implorando) Por favor, papá. Ven conmigo, por favor, por favor, por favor…

PADRE: Yo no voy a ningún sitio ¿Es que no has oído las complicaciones que te puede traer el ponerte un pincho de esos? ¿Y si se te infecta qué? Mira, mira ¡Que no! Te puedes encontrar lo que no buscas.

HIJO: (Gritando) Si no te vienes conmigo, iré yo solo. Conozco sitios donde no te piden el permiso paterno ¿sabes? A lo mejor no son muy seguros, pero yo me lo pondré. Y si me va mal, tú tendrás la culpa.

PADRE: (En voz muy baja, y mirando a su hijo fijamente y con dureza) Ni se te ocurra.

Durante unos segundos, ambos se sostienen la mirada y ninguno habla.

HIJO: (Con tono normal de voz) Pero papá, si yo saco muy buenas notas. Podrías regalármelo como premio de fin de curso en lugar de otra cosa.

PADRE: Nunca te daré permiso para ponerte un piercing. Que te quede claro.

HIJO: ¿Y cuando tenga dieciocho años, tampoco?

PADRE: No, tampoco.

HIJO: (Volviendo a levantar la voz) Cuando sea mayor de edad, no me lo podrás prohibir.

PADRE: (Con retintín) ¿Perdona? ¿Cómo dices? Mientras vivas en esta casa tendrás que aceptar las normas.

HIJO: Pues me iré.

PADRE. Muy bien. Cuando seas mayor de edad, y en tu casa, podrás hacer lo que quieras, pero mientras tanto…

HIJO: (Gritando de nuevo) A lo mejor no espero hasta entonces y me voy antes (Se dirige hacia la puerta del salón y se gira, mirando a su padre). Te arrepentirás de esto (Sale dando un portazo).

El padre permanece sentado. Mira pensativo la puerta por la que ha salido su hijo. Después, suspira y mueve la cabeza con resignación.

PADRE: (Hablando para sí mismo) Críos ¡Dichosa adolescencia! ¡Qué ganas tengo de que maduren! (Y volvió a desplegar el periódico para seguir leyendo).










jueves, 16 de febrero de 2012

Ternura y tristeza

Se dibuja una sonrisa mellada en su cara mientras sus ojos acuosos parecen pedir disculpas al camarero que le ha traído la cuenta. Pega la nariz a la palma de su mano, le cuesta mucho distinguir las monedas, pero al final lo logra.
Cena siempre solo en este restaurante, al que acude cada noche desde el otro extremo de la ciudad, donde vive con su hija y sus nietos.
Hoy sus arrugas se iluminan porque alguien, en una mesa vecina, ha respondido a su intento cotidiano de iniciar una conversación. Pero eso ocurre tan pocas veces.

jueves, 2 de febrero de 2012

La botella medio llena.

"Joderme" -repite Micky saboreando la palabra. -"Ella me ha dicho que no pararía hasta joderme"- continúa relamiéndose.
"Aunque me lo haya gritado con los ojos encendidos de ira antes de irse dando un portazo. Yo, por si acaso, tendré preparadas mis pastillitas azules para ese día". -Y sonriendo, comenzó a prepararse un café.

jueves, 19 de enero de 2012

Atrapado en su red

Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada. Echaré mis redes y caerás. Tú me interrumpiste poniendo un dedo en mis labios, y con una sonrisa burlona, te giraste para ir a la mesa donde estaban tus amigas.
Desde ese día, el asedio fue sistemático, sutil al principio, y ganando intensidad paulatinamente. No paré hasta que tus ojos brillaron como supernovas, tu risa cantó como manantial de montaña y tu cuerpo vibró como cuerdas de guitarra. Entonces marqué una nueva muesca en la culata, como tantas veces, y quise irme. Pero tú me dijiste: Es inútil que intentes escapar.

jueves, 12 de enero de 2012

¿Cobardía o generosidad?

Al diablo no le puedes pedir bondades, ni a mí que te quiera. Con estas palabras terminaba el correo electrónico que Miguel le envió a Pilar. Cerró el ordenador y sacó a su perro a pasear. Esa mañana, el sol brillaba en un cielo sin nubes. Cojeaba al caminar, y a menudo se llevaba la mano a la espalda con un gesto de dolor en la cara. Pararon sobre un puente desde el que se contemplaba un paisaje precioso. Miguel permaneció muy quieto, mientras miraba a lo lejos. Después, inspiró profundamente varias veces.
Solo sobre el puente, el perro aullaba con pena mirando al cielo.


jueves, 5 de enero de 2012

Evidencia

Entonces es martes, seguro, por lógica. Hoy llegas más tarde a casa porque vienes en tren. Oigo cómo abres la puerta y salgo de mi despacho a recibirte. Tienes el pelo desordenado, las mejillas arreboladas y arrastras los pies. Tus ojos brillan, pero al veme se apagan. Efectivamente, como cada martes.

Género conflictivo




La última alma humana no, Pablito. Se dice el último alma humana -Le corrigió Marta, su profesora.
- Entonces ¿por qué en plural se dice las almas? -Replicó, levantándose y sonriendo insolente.
Ella, con la cara roja, no acertó a responder.

Pablito le contó a su padre lo ocurrido en clase. Éste pertenecía al consejo escolar y  promovió que a Marta se le abriera un expediente. Ella fue despedida por incompetencia poco después.

Pablito sonreía y observaba a la nueva profesora; mientras en su casa, y entre clínex, a Marta se le caía el alma a los pies.