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lunes, 29 de agosto de 2016

Vacío

                                                         


Ocho de la tarde. Terminas tu jornada laboral como ejecutivo de una empresa importante. Arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos y los hombros caídos, te diriges al garaje donde está aparcado tu coche de gama alta.
A las nueve, llegas a tu domicilio situado en una urbanización lujosa. Cenas mientras ves la televisión, y no prestas atención a lo que comes ni a lo que ves.
Constatas un día más que eres prácticamente invisible para tu mujer y tus hijos, ocupados en sus quehaceres cotidianos. Te acuestas temprano y lees un poco hasta que te duermes.
Sueñas que caes en un abismo sin fondo. Las paredes negras pasan veloces ante tus ojos en sentido ascendente. Agitas brazos y piernas, el estómago se te sube a la garganta y un grito desgarrado sale de ella.

Te despiertas sentado en la cama, jadeando y bañado en un sudor frío. Por un momento sientes alivio porque sólo era un sueño, pero en el instante siguiente, te das cuenta de que continúas cayendo en un abismo insondable.