Llovía y las gotas resbalaban por los
cristales de la ventana del salón mientas ellos discutían dentro. La batalla
estaba en su punto álgido. Sara atacaba con todo el armamento de que disponía.
De pie, con los ojos encendidos y señalándole con su dedo índice, lanzaba
andanada tras andanada sin reparar en el daño que pudiera causar. Javier sí,
porque aunque se defendía con ardor, sólo empleaba munición de corto alcance
para evitar males mayores. También estaba de pie, y sus manos, cuyos nudillos
estaban blancos, aferraban el respaldo de la silla que tenía enfrente.
Cuando Sara agotó toda su munición, dio un portazo y se
fue antes de que él pudiera replicar.
Los estragos en el ánimo de Javier fueron tremendos,
porque además de los destrozos causados por los proyectiles de ella, una
explosión hizo que estallara su propio depósito de municiones sin lanzar.
Después de tres días sin dirigirse la palabra, Sara se
plantó delante de él con una media sonrisa.
- ¿Hasta cuándo vas a estar
así, sin hablar?
- No lo sé.
- Es que no entiendo por qué
te dura tanto el enfado tras una discusión.
Siguió un silencio. Después, ella hizo un mohín e
intentó darle un beso en la mejilla.
¡Feliz 2.013! Lo mejor para ti tus letras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Javier.
Gracias Javier.
Eliminar¡Feliz 2013! también para ti y tu equipo.
Un abrazo.
Luis.