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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Desigualdad


Llovía y las gotas resbalaban por los cristales de la ventana del salón mientas ellos discutían dentro. La batalla estaba en su punto álgido. Sara atacaba con todo el armamento de que disponía. De pie, con los ojos encendidos y señalándole con su dedo índice, lanzaba andanada tras andanada sin reparar en el daño que pudiera causar. Javier sí, porque aunque se defendía con ardor, sólo empleaba munición de corto alcance para evitar males mayores. También estaba de pie, y sus manos, cuyos nudillos estaban blancos, aferraban el respaldo de la silla que tenía enfrente.
Cuando Sara agotó toda su munición, dio un portazo y se fue antes de que él pudiera replicar.
Los estragos en el ánimo de Javier fueron tremendos, porque además de los destrozos causados por los proyectiles de ella, una explosión hizo que estallara su propio depósito de municiones sin lanzar.
Después de tres días sin dirigirse la palabra, Sara se plantó delante de él con una media sonrisa.
-        ¿Hasta cuándo vas a estar así, sin hablar?
-        No lo sé.
-        Es que no entiendo por qué te dura tanto el enfado tras una discusión.
Siguió un silencio. Después, ella hizo un mohín e intentó darle un beso en la mejilla.

2 comentarios:

  1. ¡Feliz 2.013! Lo mejor para ti tus letras.
    Un abrazo.
    Javier.

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    Respuestas
    1. Gracias Javier.
      ¡Feliz 2013! también para ti y tu equipo.
      Un abrazo.
      Luis.

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