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miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Por qué tienes los ojos tristes?

Julio ya no reía nunca. Dormía poco y mal, se despertaba a menudo bañado en sudor y le costaba volver a conciliar el sueño. Por eso al día siguiente estaba cansado y andaba arrastrando los pies con cara de asco.  
En el trabajo, se estaba ganando una fama de huraño que no creía justa, pero no tenía fuerza para cambiarla.
Esa mañana conducía su coche de gama alta, camino de su consulta de pediatría situada en la calle de Serrano de Madrid. El conductor de otro vehículo no respetó un “ceda el paso” y colisionó con el suyo. Julio salió de su coche con la documentación preparada para intercambiar los datos y hacer el parte de accidente. Del otro vehículo se apearon tres hombres con cara de pocos amigos, que se negaron a facilitarle los datos del suyo.  
Siguió una discusión cada vez más acalorada. Mientras sus dos compañeros continuaban gritando y haciendo aspavientos, uno de los individuos retrocedió unos pasos, fue al maletero de su coche y se acercó a Julio por detrás, con una palanca de cambiar ruedas en la mano. El golpe fue tremendo y Julio cayó con la sien derecha hundida. Un charco rojo oscuro se extendía con rapidez alrededor de su cabeza.
 - ¡Vámonos de aquí echando leches! –Gritó uno de ellos. Montaron en su coche y huyeron con chirrido de ruedas. 
Mientras su visión se nublaba, lo último que recordó fue la pregunta que le hizo una niña en su consulta mientras la auscultaba.  Le clavó su mirada azul en los ojos y dijo: 
- ¿Por qué tienes los ojos tristes?